¡En el punto de mira! Si lo dijéramos a principios de campaña, hubiéramos pecado de osados, pero el halo de magia que envuelve a esta Olímpica ha convertido en realidad cualquier sueño imposible. Ayer se vivió un ejemplos. Minuto 94, el partido moría en empate y las cosas por la azotea de la clasificación se iban a quedar igual. Hasta que apareció Mario para dar los tres puntos, poner a los valverdeños a dos del líder y la Tercera División en la mirilla.
Eso fue al final. Antes, otras historias. La Olímpica Valverdeña salió con exceso de electrones. La primera media hora de los de Juan Carlos Camacho fue la definición perfecta del término concentración. Sabían de la altura del duelo y no desfallecieron de vértigo. Y como puñaladas, los dos primeros goles, fruto de la fe y la determinación, y por qué no, ciertas dosis de suerte. La colaboración inestimable de la defensa xerezana puso la guinda.
Como un flan, la zaga xerecista falló en el primer gol de Antonio Domínguez, que se aprovechó de una indecisión con el portero para inaugurar el marcador. Era el minuto 18. Tan sólo seis más tarde, Luis Ligero botaba una falta lateral y el balón se envenenó hacia la meta de Iván Ares con previo patinazo defensivo.
Los menos asiduos a las jornadas dominicales en el Javier López comenzaron a preguntarse por qué el Xerez B iba tercero. La respuesta de los de Paco Peña vino luego. La relajación local provocó la apertura de las alas y las entradas por banda con misiles al corazón del área. Bicho avisó en el 34', pero Nacho respondió con una mano milagrosa a un lanzamiento a bocajarro desde el punto de penalti. Y en el 45', llegó el 0-1, desde el segundo palo, para variar previo fallo defensivo.
La segunda mitad decayó en fútbol y ganó en intensidad sin control. Los dos equipos aprovecharon la incertidumbre que expresaba el colegiado para dar, simular y sobreactuar. Muestrario de tarjetas y minutos sin ocasiones. El empate iba a venir en una jugada sin aparente peligro. Error en la entrega olimpiquera, contraataque montado y Luis Lara, que acababa de salir al campo por el inoperante hermano del ex bético Emaná, igualaba el choque para alegría de los palmerinos presentes en el estadio (78').
Las fuerzas se igualaban. El resultado, también. Aunque el presentimiento de todos era el tercer gol gaditano, se nos olvidaba que esta Olímpica es mágica. Como la actuación de Mario Mora, que maquilló un partido 10 con el gol de la victoria. El 50% de la autoría es de Luis Ligero, que dio otra lección de control y velocidad en el contragolpe. Como un rayo.
Aquí murió el partido. Los jugadores haciendo piña en un córner, los gaditanos sin creerlo y Juan Carlos Camacho celebrándolo por el suelo en mitad del campo. Mientras, los aficionados, rendidos a su figura y a la temporada de su equipo. ¡Todo es posible!